miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL ABOGADO DEL DIABLO


EL ABOGADO DEL DIABLO

“Vanidad, mi pecado favorito”. Con esta frase termina la película “El abogado del diablo” que cuenta la historia de un abogado de un pequeño pueblo que cuenta con un récord perfecto (no ha perdido un solo caso) y es contratado por una gran firma de abogados en Nueva York encabezada por el mismísimo demonio. Comúnmente se dice que la realidad supera la ficción y en lo que al atractivo de la vanidad planteada en “El abogado del diablo” se refiere la frase se aplica a la perfección.

Uno de los casos más recientes cercano a nuestra realidad mexicana es el de Antonio Attolini ex vocero de la asamblea del ITAM del movimiento estudiantil #YoSoy132. Inteligente, carismático por naturaleza, con una pinta entre intelectual y revolucionario que además cuenta con la peculiaridad de portar un apellido extranjero acaparó la atención de los medios desde los inicios de las marchas del #YoSoy132. Sus discursos sonaban muy convincentes al emitirse con grandilocuencia, su presencia era impecable, su forma de enfrentar a los comunicadores de Televisa brillante. Ingenuamente no me percaté – o no nos percatamos – que la continua exposición ante las cámaras no solo era la forma en que un vocero del movimiento usaba un foro para comunicarse sino que, al mismo tiempo, Antonio Attolini alimentaba su ego.

Si las intenciones de Attolini son buenas lamentablemente son opacadas por su vanidad que creció a un punto tal que lo llevó a aceptar su participación en el programa Sin Filtro de ForoTv, en abierta contradicción a lo que defendió como parte del #YoSoy132. Al volver a escuchar a Attolini ya no me atrae su manera rebuscada de utilizar el lenguaje ni sus ademanes que aparentan reformismo, y no sucede así simple y llanamente porque no cuenta con credibilidad alguna. Vendió su alma al diablo a cambio de los reflectores aunque justifique dicha decisión diciendo que ahora puede criticar “desde adentro” el sistema del duopolio televisivo.

El ejemplo de Attolini nos sirve para reflexionar que existen muchas personas mexicanas talentosas pero que si pierden piso y su enfoque cambia del servicio a los demás al servicio de sí mismos su talento es inútil. ¿Cuántas veces no hemos constatado como grandes promesas deportivas ahora están en el olvido por haberse hinchado de soberbia? Y así como en los deportes el fenómeno se repite en los diversos campos de la actividad humana.

Las sociedades se construyen a partir de grandes seres humanos que además de destacar en sus respectivos rubros se reconocen en la humildad, y si bien recordamos a muchos otros personajes por su tiranía el desarrollo a partir de la humildad es mucho mayor que si partimos del egoísmo y la vanidad.

Los cantos de la sirena que provocaban a los marinos perderse en las profundidades del mar debido a su hechizo han existido desde que los humanos comenzamos a convivir en sociedad. Cultivar el servicio y la cooperación antes que la satisfacción de la vanidad personal es una labor soslayada por nuestras sociedades consumistas e individualistas. Hagamos lo necesario para que el talento esté al servicio de nuestras comunidades en vez de a intereses particulares.

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