martes, 27 de noviembre de 2012

GASTAR LO AJENO


GASTAR LO AJENO

Se dice que es más fácil desperdiciar el dinero ajeno que el propio y en muchas ocasiones la frase es cierta. Existen dos maneras en que el despilfarro de lo que no nos pertenece se vuelva algo indeseable: a través de mecanismos punitivos o al concebirse dicha acción como una falta de ética que no estaríamos dispuestos a cometer. Evidentemente lo más fácil es regular la conducta de los individuos al establecer consecuencias a los actos que involucran el uso indiscriminado de fondos (sean públicos o privados), el nivel más alto y por ende más complicado es lograr que la conducta se guíe por la ética y se entienda que lo mejor para la comunidad es la racionalidad de los recursos.

Hablando especifamente de los recursos públicos estamos en un nivel desastrozo en cuanto a finanzas estatales se refiere. Desde Moreira en el estado de Cohauila hasta Sabines en Chiapas han dejado en quiebra a sus respectivos estados sin que haya consecuencias para los responsables. Jalisco – el estado donde radico – no se queda atrás y para muestra están los juegos panamericanos (apodados de manera irónica y atinada como “juegos patoamericanos” por el brillante caricaturista Falcón) cuyas villas panamericanas son el ejemplo de la ineptitud, el desperdicio y la impunidad.

El IMCO comparte su reporte de competitividad estatal 2012 donde ampliamente trata el tema de las finanzas, el endeudamiento y la falta de transparencia de los estados1.  Es clave que la legislación cambie para que existan consecuencias para los servidores públicos, y se lleven a cabo acciones legales contra los responsables de mega endeudamientos que terminamos pagando siempre los contribuyentes.

Al mismo tiempo cabe otra reflexión al respecto: ¿a los ciudadanos nos importa en qué se gasta nuestro dinero? ¿Exigimos que los recursos sean asignados eficientemente y en donde realmente se necesita? En este sentido es cierto que a los gobernantes les pagamos para que cumplan cabalmente sus funciones pero también habría que pesnar si estamos al tanto del uso de los recursos públicos. La postura más extrema es decirle al gobernante “usted hágase cargo y no me moleste”. Dicha postura impide que tengamos herramientas para ejercer un reclamo mucho más completo que el solo calificativo de ladrones.

Agreguése que la mayoría de los ciudadanos piensa que un servidor público puede ser lo que sea  menos alguien con vocación de servicio. Si uno le pregunta a un ciudadano al azar que haría una vez que lo nombraran en un cargo público seguro no pensaría mucho en aceptar que buscaría maneras para gastarse los impuestos en camionetas de lujo, casas en colonias adineradas y fiestas de proporciones descomunales.

Que nuestros representantes utilicen los recursos de la mejor manera posible para la sociedad a la que sirven se dará mientras haya castigos en la ley a quienes abusen y al mismo tiempo la ciudadanía exija ese uso eficiente de los recursos. Y la solución a fondo implica que retomemos la palabra servicio y pensemos que los servidores públicos están para el servicio de la comunidad y no de sí mismos.


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